Lex Hermae

Ego, Prisca, me ordinem sodalesque fideliter adiuvare me vivo hac re iuro.

dimecres, 11 de juny del 2014

Obsesión 9




Poco a poco el enfado de Angelblood ha ido menguando porque tanto él como yo no hemos parado en casa. Él trabaja de informático en una pequeña empresa de transportes, solucionando los problemillas que las estúpidas teleoperadoras no aciertan a ver en sus ordenadores. Y yo he estado buscando trabajo, todo el día entregando currículums aquí y allá, pero la suerte me sonríe (raro, la suerte no suele sonreír a gente como yo) y he encontrado un estupendísimo trabajo en una tienda gótica de ropa y complementos, les ha encantado mi aspecto para ese negocio y mi nivel de inglés, adquirido gracias a que lo estudié para poder entender las letras de las canciones.

Estamos de racha. Hemos vuelto a ir a un concierto de Nit Obscura, que actuaban junto a Niobeth; no estuvo nada mal. Nada mal, si tenemos en cuenta que Angelblood y yo limamos asperezas, pues aunque yo temía que él sacara el tema del anónimo, fue al contrario: comenzamos un juego de seducción, y entre la cerveza de barril, la adrenalina del concierto y el continuo roce por el apelotonamiento del local, acabamos liándonos mientras sonaba la balada Despidiéndome de mi amor corrupto, última canción que compuso Chili con Fosco y que ella nunca llegó a cantar en directo. Por supuesto, después del concierto, y a pesar de la reticencia de Angelblood, fuimos de nuevo a esperarlos, de alguna manera quería darle a entender que se me había pasado la pájara con Nuke, aunque fuese mentira. Estuvimos charlando un rato y finalmente conseguí quedar con Fosco para acudir a uno de los ensayos del grupo. La verdad es que aún me sorprendo de lo bien que me está yendo todo… quizá los demonios se han confabulado, dándome todo lo que anhelo para después arrebatármelo de cuajo y llevarse de una sentada mi alma atormentada.

Pero en esos momentos estaba en éxtasis y la euforia continuó en el coche, donde nos seguimos enrollando… y finalmente, en casa, hicimos la guerra. Sí, la guerra, porque lo que hicimos no se puede llamar hacer el amor; los besos y abrazos pasaron a lametones y pellizcos, y de ahí a mordiscos y arañazos. Cuanto más dolor, más placer, el fornido cuerpo de Angelblood laceraba mi suave y blanca piel con sus piercings repartidos por todas partes, cada embestida era un nuevo conjunto de arañazos que me hacía gritar de puro morbo, hasta que, en un momento de agónico sexo, le supliqué que me ahogara. “¡Ahógame, estrangúlame!”… las fuertes manos de Angelblood rodearon mi cuello, riendo emocionado y con morbo, embistiendo todavía con más fuerza, como si se enfundara en mí. Con toda seguridad puedo decir que morí durante unos instantes para renacer en los estertores de un espléndido orgasmo letal.

De puro cansancio nos dormimos allí, tal cual nos quedamos, él dentro de mí y yo rebosante de él. Despertamos al día siguiente con una renacida amistad sellada en rojo y morado; él, lleno de mordiscos y chupetones; yo, con vetas sanguinolentas que recorrían enteramente mi cuerpo y las huellas oscuras de sus manos en mi cuello. Impresionante.

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